Ciudad de México; 5 de agosto de 2020.- El dióxido de cloro, comercializado como solución mineral “milagrosa” y opción para el tratamiento de la COVID-19 y otros padecimientos, provoca efectos adversos en la salud, como alteración de la actividad eléctrica del corazón, baja presión arterial, insuficiencia hepática aguda, vómitos y diarreas severas, según la cantidad de sustancia ingerida.
Así lo dio a conocer Carlos Rius Alonso, del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, quien precisó que aunque se presenta como un producto con respaldo científico, lo cual no es así, porque su uso se basa en estudios acerca de su efectividad para eliminar virus y bacterias realizados en ambientes controlados y no en seres vivos, hechos en la década de los ochenta.
“Si se toma un cultivo de virus y bacterias, y se le añade esta sustancia, en efecto se van a destruir, porque se agrega un fuerte agente oxidante, pero es diferente hacerlo in vitro (en un ambiente controlado fuera de un organismo) que in vivo (en un organismo)”, detalló el especialista.
Al ingerirse, elimina bacterias del esófago, y al ser un fuerte agente oxidante, destruye células del organismo, pero no al virus, aclaró.
El dióxido de cloro es un gas inestable y lo que venden es una solución de clorito de sodio con un ácido (clorhídrico, cítrico, láctico o cualquier otro); “puede ser comercializado como dos tipos de soluciones: ácido clorhídrico al tres por ciento o clorito de sodio disuelto en agua al 25 por ciento; al mezclarse, cualquiera de ellas forma el dióxido de cloro”.