Ciudad de México; 5 de febrero de 2022.- La utilización de cubrebocas resta herramientas de comunicación a las personas con problemas de audición; sin embargo, su uso correcto protege de contagios por la COVID-19 y otras enfermedades que se transmiten a través de pequeñas gotas que se producen cuando las personas infectadas tosen, estornudan o hablan, por lo que se ha vuelto indispensable durante la pandemia, señaló Antonio Soda Merhy, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Durante la emergencia sanitaria, los pacientes han tenido que enfrentar la situación como pueden: tomar distancia, solicitar que el interlocutor hable con más volumen o que lo haga con lentitud. Por ello es importante que la población tenga paciencia y ayude a facilitar la comunicación, sugirió Soda Merhy.
Y es que la mascarilla “deforma” la voz y disminuye los decibeles a los que nos escuchan; aún más, impide ver la boca y la expresión facial, fundamentales para que alguien con disminución auditiva pueda leer los labios o entender mejor a su interlocutor. Su empleo se convierte en desventaja laboral, escolar y de relación con otros seres humanos, alertó.
El especialista recordó que en términos médicos la reducción auditiva se describe como hipoacusia y tiene diferentes grados. Alguien con audición normal percibe de 0 a 20 decibeles; con ese padecimiento superficial, de 20 a 40; media, de 40 a 60; severa, de 60 a 80; y profunda, más de 80.
Las causas de la hipoacusia, explicó el otorrinolaringólogo, pueden ser congénitas o adquiridas. En el primer grupo están los niños que nacen con mala audición, y en el segundo las personas que pierden la capacidad de oír debido a diversas enfermedades. “Aquí lo importante es que alguien que nace con audición adquiere lenguaje; los que no, se convierten en pacientes sordomudos”.