Alguna vez, la escritora Erica Jong dijo que la maternidad es un estado similar a la locura y a lo divino, esto se debe a que “desde la fecundación e implantación del óvulo en la matriz se genera una cascada de cambios hormonales que promueven adaptaciones en el cerebro de la madre”, comentó Teresa Morales Guzmán, investigadora del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, campus Juriquilla.
Como resultado, ese órgano se vuelve más empático; mejora la memoria a corto y largo plazos, particularmente en el aprendizaje espacial; resiste mejor al estrés; disminuye el envejecimiento neuronal, además de ser clave en la producción de leche, todo para un mejor cuidado de los hijos.
“Unos cambios son permanentes y otros no. Hay varios estudios en roedores que muestran que, en general, las adaptaciones en la fisiología (homeostasis) regresan a su estado anterior al embarazo, pero hay variaciones cognitivas que perduran incluso hasta el envejecimiento. Es difícil hacer estos análisis en mujeres por el seguimiento que debe hacerse”, comentó la especialista en neuroplasticidad y neuroprotección en el cerebro maternal.
Durante las diferentes fases de la reproducción, dichas adaptaciones –incluso la función cerebral– facilitan o promueven que una madre pueda contender con los desafíos que representa el cuidado de sus hijos.
Los cambios ocurren en etapas: inician en la gestación, cuando el bebé demanda muchos recursos de la madre; en el parto, para su expulsión, y culminan en el periodo de lactancia, principalmente para la producción de leche, y para conservar al hijo en un estado óptimo de temperatura, ambiente y protección.