Investigadores del Instituto de Ciencias Físicas (ICF) de la UNAM, junto con académicos de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), desarrollaron una molécula derivada de la Anfotericina B, más potente que este antibiótico frente a las enfermedades micóticas, pero con menos toxicidad colateral.
Denominada “A21”, ya se ha comprobado en pruebas preclínicas. Actualmente se trabaja con autoridades sanitarias y farmacéuticas para que una vez fabricado con calidad farmacéutica pueda probarse en humanos, expuso el investigador del ICF, Iván Ortega.
Luego de aproximadamente 15 años de investigación, y de una solicitud de patente desde diciembre de 2010 –con 20 años de vigencia en México, Estados Unidos y otras naciones–, este proyecto seguirá adelante al ser uno de los 13 que conforman el Consorcio Nacional de Investigación en Medicina Traslacional e Innovación.
Este organismo fue creado en abril pasado entre la UNAM, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Salud federal para sumar fortalezas y recursos en torno a investigaciones en salud que puedan ser utilizadas en un mejor tratamiento para los pacientes, agregó Gloria Soberón Chávez, directora General de Vinculación de la Coordinación de Innovación y Desarrollo.
Ortega, integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel III, recordó que iniciaron el trabajo con la Anfotericina B –la droga madre- al tratar de entender cómo funcionaba y qué hacía. “En este esfuerzo terminamos sintetizando una molécula nueva, un derivado que es tan efectivo como la Anfotericina B en el ataque a los hongos, pero mucho menos tóxica a los mamíferos”.