En nuestro país, cerca de 1.7 millones de hogares reciben remesas; las pequeñas sumas de 200 o 300 dólares que cada migrante envía a su familia desde Estados Unidos representan cerca del 60 por ciento de su ingreso: tienen una enorme importancia para su vida y la de las comunidades en donde habitan, pero no resuelven la pobreza y el desarrollo de sus localidades, aseguraron expertas de la UNAM.
En el marco del Día Internacional de las Remesas Familiares, que se celebra el 16 de junio, Genoveva Roldán, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), refirió que las remesas constituyen alrededor del 10 por ciento del salario de los trabajadores migrantes.
Es decir, abundó, 90 por ciento de su sueldo se queda en la nación receptora (en donde habitan). Este dato es importante porque indica que la mayoría del salario se utiliza para enfrentar el costo de la vida, que es más del doble que en sus países de origen, y que esos recursos constituyen una fuente importante de impulso para el mercado interno.
La especialista del IIEc explicó que las remesas, que dependen de los mercados laborales de los territorios de destino, tienen un comportamiento cíclico. “Hubo un decrecimiento en 2015, de 2.7 por ciento, pero se comenzaron a recuperar a partir de 2016. Según instancias como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional, se pronostica que llegarán a alrededor de 630 mil millones de dólares a escala mundial”.