Según estudios multinacionales, la posibilidad de padecer cáncer de colon es mayor entre quienes consumen una cantidad elevada de carnes rojas y procesadas (alrededor de 160 gramos al día), que entre quienes comen alrededor de 20 gramos. Y en el caso de las procesadas, el peligro aumenta hasta 35 por ciento.
En estas últimas se usan nitritos para dar color y sabor, y para prevenir la contaminación por bacterias; pero en nuestro organismo esas sustancias se “juntan” con las aminas, formando nitrosaminas, compuestos que pueden ser cancerígenos, explicó María del Carmen Iñárritu Pérez, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Aunque las carnes en general son un alimento con alto valor nutritivo por su contenido de proteína de buena calidad, minerales y vitamina A, no es recomendable su consumo excesivo, pues también se ha asociado a enfermedades cardiovasculares.
Las rojas, recomendó, deben comerse sólo una o dos veces por semana y no exceder los 300 gramos en ese lapso; y debe evitarse el tocino, salchichas, jamón y salami, entre otros. En ese sentido, subrayó la importancia de no alimentar a los niños con muchos embutidos y preferir pollo y pescado, o res en cantidades moderadas, junto con frutas y verduras.
A diferencia de las carnes blancas (pollo, pavo, pescado), las rojas contienen más mioglobina –que les proporciona el pigmento rojo oscuro–, asociada a cáncer colorrectal; lo mismo ocurre con las procesadas.
No obstante, aclaró, si son parte de un patrón alimentario y se comen en cantidades moderadas, “podemos tener buena salud”.
La universitaria resaltó que la cocción también es relevante. Todos los alimentos de origen animal deben estar bien cocidos para evitar enfermedades como salmonella. Asimismo, advirtió que la preparación al carbón, a la parrilla, rostizados, quemados por fuera y medio crudos por dentro, contribuye a formar compuestos que en el organismo podrían generar ciertos padecimientos.